domingo, 1 de julio de 2012

¿Qué sigue ahí?

En efecto, todavía no se ha ido. Las elecciones para presidente este 2012 forman parte de la evidencia que indica que la maquinaria puesta a andar desde al menos 1915, sigue ajustándose. El triunfo fáctico del hombre con dos dedos de frente y veinte de copete señala que el PRI nunca se fue, que es un aparato vetusto que, como hace seis años hizo con el caso Calderón, operó políticamente en el norte tanto con sus gobernadores como con sus senadores a favor de una fuerza hecha de intereses camaraderiles y familiares, desplegó una movilización territorial enorme de compra y coacción de votos y disciplinó a sus miembros alrededor de una figura cuyo rasgo más peligroso es la idiotez. No es de extrañar que las denuncias a las parentelas y maneras de hacer equiparen a Peña Nieto con el alma vieja del priísmo, esa de la disciplina partidista, clientelar y corporativa que echa mano de las balas y los brazos engarrotados para acercarse a la sociedad civil, una esfera que más que despierta y crítica, representa hoy un compuesto heterogéneo con una consciencia histórica ensombrecida, hoy día alentada tanto en los cambios de calendarios oficiales como en la percepción animosa de los puentes vacacionales como el festejo de la memoria por la memoria misma y no como el pensamiento crítico que nos hace responsables ante los caídos en nuestro presente. Más que compartir el espíritu festivo y revolucionario de las juventudes, comparto el temor al autoritarismo en puerta, cuestión que obliga a la guardia que convoca a mirar reflexiva y comprometidamente hacia atrás, no a la denuncia de una figura, sino de un modo de hacer viejo del cual participamos todos.

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