lunes, 2 de julio de 2012

Ideología y memoria histórica (1)

¿Por qué la ideología y la memoria? La pregunta es en inicio arbitraria respecto al objetivo de este espacio. Contribuir al cambio gradual, generacional y de larga monta seguramente, implica repensar algunas cosas que son dadas por hecho, naturalizadas aquí o asumidas acríticamente allá. La ideología es la primera de éstas. Es así que pese a lo discutido del término, me parece que un punto de inicio útil es cosiderar esta palabra a partir de una serie de rasgos característicos que convocan a reflexionar sobre parte de nuestro presente, hoy enfatizado por la coyuntura de la alternacia política en puerta tras las elecciones de ayer domingo que dieron la victoria al candidato del PRI conocido casi por todos.

Sintetizando un cúmulo de pensamientos al respecto, según las simpatías propias, el término ideología es: a) la relación entre una expresión y sus condiciones materiales de posibilidad, cuando se consideran dichas condiciones a la luz de ciertas luchas de poder centrales para la reproducción de toda forma de vida social (Eagleton, 1997); b) una construcción que funge como soporte a nuestra realidad: una ilusión que estructura nuestras relaciones sociales reales sobre un fondo traumático (Zizek, 2008); c) una formación heterogénea con conflictos entre sus elementos que tienden a renegociarse y resolverse continuamente (Eagleton, 1997); d) una formación con un polo dominante que recoge dos contenidos particulares: el propio y el de la oposición, generalmente el de la mayoria dominada (Zizek, 2008); y e) un proceso opaco e inconfesable que tanto se enmascara en la denuncia proyectada hacia el otro como incide en los efectos sobre la comprensión social del mundo distorsionando la realidad, legitimando el sistema de poder prevaleciente e integrando el mundo común mediante sistemas simbólicos naturalizados en nuestro hacer (Ricoeur, 2000).

A partir de estos apuntes medianamente conciliables entre sí, será importante operar un término mínimo que, pese a los riesgos de esta maniobra, nos ayude a pensar el mundo de manera distinta, teóricamente, al menos en principio. Porque, ¿no es el pensamiento de la realidad, cualquiera que esta sea, una operación que parte siempre de una pregunta con un indicio de respuesta ya concebida?; como apuntan quienes saben de psicología genética: ¿no nos preguntamos algo sin ya tener previamente una respuesta tentativa sobre ello? ¿No es pues importante enriquecer ese fondo político que nos permite aventurar una respuesta sobre las preguntas del por qué una figura fantasmática que en apariencia se había ido regresa hoy con más fuerza? ¿Por qué, entonces, del PRI se dice que hoy regresa? ¿No acaso siempre estuvo latente y agazapado en sus gobernadores, ex miembros distinguidos y funcionarios tanto del CEN como de sus comités, quienes continuamente renegociaban los espacios para su nueva emergencia? ¿No el sueño de la alternacia y la pesadilla del narcotráfico escondieron, en parte, lo insoportable de la presencia de un partido que nunca perdió su fuerza territorial y administrativa en sus municipalidades y gobiernos estatales como los del norte, Veracruz o el Estado de México? Más aún, la añeja clase política mexicana, pragmática como ella misma, ¿no recogió el discurso de la consolidación democrática, la transparencia y la importancia de la vía tanto pacífica como institucional -que sobradamente desde ayer se cacarea en el ámbito nacional e internacional- de las luchas civiles que desde los años sesenta del siglo pasado emergieron en la escena pública?

Al juicio de quien escribe, a partir de estas interrogaciones nada mayores, lo preocupante es la naturalidad de esta vida social que se sabe en bocas comunes y corrientes, que hablan un lenguaje distinto de jóvenes o sectores sociales de una entidad que no es para nada representativa del país, a quienes se les ha olvidado que el distrito federal no es México y que los movimientos valiosos, cuyo reto principal será la continuidad organizativa y de movilización tras su radicalización sectaria que posiblemente les cerró puertas, no son las primaveras que nunca fueron en sus lugares de origen. En este sentido, ¿no están muchos países de África como Egipto cerca de las dictaduras militares con facha burocrática? o ¿no es el Estado español un barco a la deriva en el mar de la crisis bajo el timón de un gobierno conservador que contestó con mayor precarización a los jóvenes que valientemente tomaron los calles bajo los apellidos "M"?

Sobre el panorama, será útil considerar que lo que hace a éste posible no es sólo la dominación opaca que integra demandas reciclándolas bajo un operativo político y territorial tan añejo como los años de 1915, sino la naturalidad de una vida social que hoy día necesita ser removida mediante el trabajo político de base, la organización y un pensamiento de larga duración que sitúe los sueños revolucionarios en su lugar, al nivel de las iniciativas concretas, la vigilancia de la política institucional y el resarcimiento que invita a pensar lo político como una actividad vital cotidiana que implica el rescate de la memoria histórica, entre otras cosas.


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